Partiendo de la base de que Philip K. Dick es uno de los pilares para entender los modos de pensamiento y obsesiones que definen el siglo XX, Una mirada a la oscuridad resulta una obra de madurez que descubre también a un gran narrador. Y es que muchas de las cualidades como escritor que asomaban en las obras de su primera etapa confluyen aquí para relatar una historia con los típicos leitmotivs dickianos -drogas, paranoia, conspiración…- pero mucho más estilizada, más directa y más cruda de lo habitual. Salpicada de ideas geniales y desestructurando en ocasiones el canon narrativo, la novela funciona como una serie de fragmentos, de retazos de un todo. Fragmentos que llevan a otros fragmentos, que dejan cabos sueltos, que desvarían, que se solapan. Un todo que es “El Todo” del autor, el sentido que debería unir todos esos fragmentos, el sentido que debería tener su vida, y la nuestra. Aún siendo una obra abiertamente autobiográfica, con un gran lirismo y melancolía -acrecentada por el epílogo que la cierra-, resulta curioso que sea también una de las que contiene mayor dosis de humor absurdo por página de toda su bibliografía. Y es que la habilidad de Dick por distorsionar la realidad siempre ha sido legendaria
Publicado originalmente en microcritic.wordpress.com el 01/02/2010